Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y contemplamos su gloria, la gloria que corresponde al Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
-Juan 1:14
En las dos últimas décadas, varios eruditos han vuelto a intentar descifrar al Jesús histórico. Las versiones literarias de sus conclusiones incluyen el retrato de Jesús como profeta apocalíptico, curandero carismático, cínico, filósofo, Mesías judío y profeta del cambio social –ninguno de los cuales ha generado un sólido acuerdo académico. De alguna manera, cada retrato pasa por alto la esencia de Jesús, cuya muerte y resurrección cambiaron el mundo.
Pero un testigo ocular de la vida histórica de Jesús compartió una visión personal de él. El apóstol Juan presenta a Jesús como el Verbo hecho hombre, lleno de gracia y verdad. ¿Por qué este retrato es tan poderoso para quienes conocen a Jesús incluso hoy en día?
Esta imagen de Jesús explica por qué él es la buena noticia. Es el Dios-Hombre. Su existencia no comenzó con el nacimiento virginal, sino antes de la eternidad con Dios –siendo Dios. Sin embargo, nació dentro del tiempo, en el momento oportuno, para acercar a Dios a aquellos cuya existencia entera era ser el pueblo elegido de Dios, y luego a nosotros que estábamos (como dice Pablo en Efesios 2) lejos. Y fue lo que Jesús emanaba lo que hace que esta afirmación sea mucho más notable. Estaba lleno de gracia y de verdad.
En algún momento, desde el primer siglo hasta hoy, el significado de la gracia fue secuestrado. Si lees los comentarios sobre este versículo, encontrarás maestros que se refieren a esto como una indicación de que Jesús es misericordioso. Otros sugieren que esto significa que Jesús es misericordioso, perdonador y compasivo. Jesús es ciertamente todo esto y más, pero eso no es lo que la gracia significaba para la iglesia primitiva.
Para ellos, gracia es una palabra que se refiere a la obra empoderadora de Dios. Pablo comparte la conclusión de su momento de espina-en-la-carne con este fragmento de conversación con el Padre: “Pero él me dijo: ‘Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad’. Por lo tanto, gustosamente presumiré más bien de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo.” (2 Corintios 12:9) En otras palabras, la gracia consistía en que Dios ejercía Su poder en la vida de Pablo para lograr mucho a través de él a pesar de su “espina”.
Cuando debilitamos el significado de la gracia, perdemos el sentido de la palabra “verdad”. Que Jesús estuviera lleno de verdad era algo más que un comentario sobre una de sus virtudes –como por ejemplo que era una persona veraz. La verdad abarca toda la gama de lo que Jesús revela. Como Palabra, revela la verdad sobre Dios. Sus oyentes pensaban que conocían a Dios, pensaban que hablaban en nombre de Dios, pero estaban totalmente equivocados sobre Dios y no lo supieron hasta que Jesús se mostró como Dios.
Pero la verdad de Jesús revela aún más. Como el postrer Adán, Jesús revela la verdad sobre el hombre. No teníamos ni idea de cómo debía ser la imagen de Dios en Adán hasta que Jesús lo vivió delante de nosotros. Sin pecado. Íntimo con el Padre. Tan obediente que estuvo dispuesto a dar su vida por los pecados del mundo.
La gracia y la verdad de Jesús siguen transformando el mundo. Al poner nuestra fe en él, somos transformados por la obra poderosa del Espíritu de las personas rotas que éramos (gracia) a las personas que fuimos creados para ser antes de la Caída, hambrientos de nuevo por el reinado de Dios sobre nuestras vidas (verdad). Si tengo que elegir un retrato de Jesús, el de Juan es el que capta su esencia.